Es el genio de la siesta, un Cupido o 
Eros travieso. Es un niño hermoso, pequeño, desnudo, rubio, de cabellos 
dorados y ondulados, portador de un bastoncito de oro, a modo de vara 
mágica, fuente de su poder mágico de atracción, que nunca abandona, y de
 un silbato con el que imita el canto de un pájaro; vive en el bosque.
Yasy Yateré anda suelto durante la siesta, especialmente en la época de cosecha de maíz, que le gusta comer.
Se cree que vive en huecos de troncos de
 grandes árboles del bosque. Su silbido rítmico es como  el de un 
cuclillo raro, que vive en el bosque, obscuro, de pecho blanco; vive en 
la hojarasca y duerme en lo alto de los árboles.
El Yasy Yateré atrae a los niños con su 
silbato o tocándolos con su bastón, se dice, también, que es 
ventrílocuo, y de ello se vale para atraerlos. Los rapta y los lleva al 
bosque donde los retiene durante algún tiempo, los alimenta con miel 
silvestre y frutas, juega con ellos y al fin los suelta o los deja 
enredados en ysypo (liana), pero los niños ya se han vuelto tontos o 
idiotas (tavy: akã tavy), mudos (ñe’ engu) o sordomudos; se recuperan 
después de un cierto tiempo. Se dice, también, que cuando Yasy Yateré, 
como muestra de afecto besa al chico en la boca, es cuando éste se 
vuelve tonto y mudo, y entonces lo abandona.
En algunos lugares, la gente cree que en el aniversario del rapto por el Yasy Yateré el niño tiene un “ataque” con convulsiones.
Para ganar la amistad de Yasy Yateré 
nuestra gente acostumbra dejar un peco de tabaco  en los alrededores de 
la casa o en las sendas de entradas al bosque.
Las madres suelen amedrentar a los niños
 con el Yasy Yateré, para no escapar de casa durante las siestas, andar 
por la capuera o el monte a hacer sus diabluras, bañarse en aguas 
sucias, subirse a los árboles, jugar con hondita y bodoques o 
municiones, o  en fin, para no andar “cabezudeando” durante las siestas.
Cuando Yasy Yateré  pierde su 
bastoncillo y su silbato se vuelve inofensivo, porque perdió su poder 
mágico. Se cree, también, que una manera de apoderarse de esos símbolos 
de su poder, es embriagándolo, pues gusta de beber.

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