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martes, 20 de noviembre de 2012

Leyenda de las cataratas del Iguazu

 Las márgenes del río Iguazú estaban habitadas por una tribu llamada Kaingang, que adoraban a M'Boi, el dios serpiente, hijo de Tupan. Ignob, el jefe de esta tribu, tenía una hija llamada Naípi que por su gran belleza sería consagrada al dios M'Boi, así que su destino era vivir solamente dedicada a su culto. Con los Kaingang vivía un joven guerrero llamado Tarobá, que se enamoró de Naípi y era correspondido por la bella joven. El día en que fue anunciada la fiesta de consagración de Naípi al dios M'Boi, Tarobá huyó con ella en una canoa río abajo. M'Boi se puso muy furioso cuando se dió cuenta de la huida y penetró en las entrañas de la tierra. Retorció su cuerpo y provocó una profunda herida rasgando la tierra por la que transcurría el río, rompiendo así las aguas y formando unas gigantescas cataratas. Arrollados por las aguas, la canoa con la pareja fugitiva fue tragada por el abismo de la catarata. Naípi se transformó en roca y permaneció en el fondo. Tarobá se convirtió en una palmera situada al margen del abismo. M'Boi permanece en la profundidad vigilandolos eternamente para que nunca puedan unirse y hacer realidad su amor. Pero el amor es superior al odio y la maldad del dios-monstruo y el arcoiris une cada día a Naípi y Tarobá.

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